“Ser responsable de la educación de mi país es la mejor sensación del mundo”

Pamela Nieres estudió Magisterio en la Facultad de Humanidades y Educación de la UM. Hoy es maestra de un curso de 5º año en la mañana y 1er año en la tarde. En una entrevista, contó su camino hasta el salón de clases
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Mientras cursaba el bachillerato, Pamela Nieres sabía que quería estudiar una carrera vinculada a la infancia, pero no se decidía por una. En ese momento escuchó la propuesta de la UM sobre los estudios de Magisterio y las “Becas Educadores para el cambio”. Vino a una entrevista para conocer más…  y comenzó las clases en 2012. “Me la jugué; creo que en el fondo no sabía si me iba a gustar o no”, contó.

Disfrutó el primer año, pero fue en segundo, cuando empiezan las prácticas en escuelas, cuando confirmó que había encontrado su vocación profesional: «Me di cuenta de que había empezado a estudiar la carrera para ver de qué se trataba y… me enamoré. El primer día en que entré al salón de clases dije: “Esto lo quiero hacer para siempre”». Con túnica blanca y rodeada de bancos, libros y un pizarrón, respondió a la siguiente entrevista:

¿Qué te enamoró de la educación para decidir dedicarte a ella?

Creo que es un trabajo muy espontáneo. No hacemos todos los días lo mismo. Los chiquilines tienen ocurrencias y te pueden salir con cualquier cosa. Es algo que no encontrás en otra profesión. Me llamó la atención eso y también la responsabilidad que sé que tengo: de estar formando cabecitas para el futuro, de que todo lo que diga y haga lleva a “lo dijo la maestra”, y en ese sentido hay que tener mucho cuidado. Estamos en una época en que los maestros tratamos de sacar la idea de que estamos en un pedestal y lo “sabemos todo”. Para los niños más chicos la palabra de la maestra “es ley”; es necesario cuidar mucho lo que se dice, y también formar niños que sepan que los maestros también nos equivocamos y podemos aprender de nuestros alumnos. Mientras estudiaba, muchos me decían: “Ah, estudiás Magisterio, ¿te gustan los niños?”. Sí, por supuesto me gustan los niños, pero hay algo más que me gusta, la educación; educar es formar futuro, ser responsable de la educación de mi país es la mejor sensación del mundo. ¡Por eso hago mi trabajo y no lo dejaría nunca!

¿Cuáles te parecen las principales herramientas para ser educador en Uruguay?

Independientemente de que el sistema sea privado o público, las herramientas tienen que ser las mismas. Una de ellas es la responsabilidad, que va de la mano con la calidad del trabajo, y en ese sentido intento ser lo más profesional posible. Y después, la dedicación. Creo que están las tres relacionadas. Es sentirte responsable y dedicarte a tu trabajo con lo que tenés, con los recursos que tengas, así sean buenos o malos, muchos o pocos. El profesionalismo es muy importante. Es lo que hace a la calidad de la educación. En el cuaderno de comunicados que los niños llevan a sus casas, escribí a los padres al comienzo del año: “Cada uno de los docentes, directivos y auxiliares de la escuela llegamos con nuevas energías para hacer un trabajo profesional de calidad que favorezca las oportunidades de nuestros alumnos”. Verlo como un trabajo profesional implica, además, que no vengo sólo a enseñar las operaciones de matemáticas. Enseño valores, enseño un montón de cosas.

Sobre los valores que mencionaste, como sabés, la UM intenta formar a profesionales con valores, ¿cómo lo viviste como alumna y cuál es tu experiencia ahora, como educadora?

Fui a un colegio católico y recibí muchos valores de esa religión, luego a la UM. Y en realidad hay muchos valores laicos que tienen esa base católica. Por otra parte, el curriculum que cada uno va haciendo no solo reúne las destrezas técnicas, sino también los valores que aprendió desde la infancia. En la clase, más allá de las matemáticas y las ciencias, los valores creo que ocupan el 70 u 80%, porque con todo lo que uno hace y dice, está enseñando un valor. Un día le dije a los padres: “Acá vengo a enseñar contenidos y a educar a personas”. Y muchas cosas a los chiquilines les quedan y las transmiten. La solidaridad, el respeto, el saber escuchar, porque es muy fácil hablar, pero escuchar lleva práctica. Considero que, al final, lo más importante, no es solamente sacar buenos estudiantes, sino también buenas personas. Todo esto va en conjunto con el trabajo de la familia, que es muy necesario, porque el niño está en la escuela cuatro horas, después depende del trabajo de la familia. Con el apoyo de la familia se pueden lograr muchas cosas.

¿Cómo ha sido tu experiencia de trabajar en instituciones públicas y privadas al mismo tiempo?

Las prácticas que hicimos en la UM fueron en escuelas públicas, aprendimos todo de ese sistema: su funcionamiento, cómo trabajan las maestras y los equipos directivos. Y coincido en que existe ese estereotipo en nuestra carrera, de que, si estudiaste en una institución privada, tenés que trabajar en un colegio privado, y creo que no tiene que ser así. Lo primero que hice después de recibirme, fue anotarme al sistema público, porque quería trabajar ahí. Después, me salió la oportunidad de trabajar en un colegio privado. Trabajo en los dos lugares encantada y soy la misma Pamela acá que la que soy en el colegio privado y hay características de los niños que se repiten en los dos. Es cierto que los contextos son diferentes, los recursos también varían y capaz que los dos lugares tienen cosas para mejorar, como en cualquier lado, pero lo que uno decide para su educación, no determina el lugar en el que trabaje. Y una vez que te recibís en la UM, podés trabajar en el sistema público. Es un título reconocido por la ANEP y muchos estudiantes que conozco no lo saben. Me parece que es muy valioso que se fomente elegir esta carrera, que para mí es maravillosa, que necesita vocación y que es una profesión muy buena para el país, no importa si el sistema es público o privado. Además, habiendo estudiado en el sistema privado, me pareció que también era valioso volcar el aporte que recibí al sistema público, porque tanto privado como público tienen el mismo objetivo: educar.