"El Derecho me atrajo por su función de recoger los valores fundamentales"

Pilar Álvarez estudió Derecho en la UM. Desde enero de este año, realiza una pasantía en el departamento de Arbitraje de la firma Shearman & Sterling en París
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Pilar Álvarez formó parte de la generación 2012 de Derecho. “Nuestra generación era muy unida, el ambiente muy distendido y de ayudarnos todos entre todos”, contó. El año pasado participó, junto a cuatro compañeros, en la competencia mundial de arbitraje Willem C. Vis International Commercial Arbitration Moot (Viena). La UM empató en tercer lugar junto a la Universidad de Columbia entre 340 universidades de todo el mundo. Además, Pilar recibió una mención como una de las mejores oradoras del certamen.

A través de Yael Ribco, que fue su profesora de Derecho Internacional Público -también egresada de Facultad de Derecho (FDER)- descubrió la oportunidad de hacer una pasantía de seis meses en el departamento de Arbitraje de la firma Shearman & Sterling. Así, voló a la capital de Francia en enero de 2018. “¡Me vine del verano uruguayo al invierno parisino más duro en varios años!”, contó. Sin embargo, aseguró que “es una ciudad espectacular” y, sin duda, la experiencia laboral vale la pena:

¿Cómo surgió tu vocación por el Derecho y por qué elegiste la UM?

En su momento, me costó mucho elegir qué estudiar. El Derecho me atrajo por su función de recoger los valores fundamentales de una sociedad y brindar soluciones para que podamos convivir de manera pacífica y ordenada. Estudiar Derecho implica hacernos preguntas claves sobre la sociedad en la que vivimos y la sociedad en la que nos gustaría vivir: ¿Qué nos parece justo?, ¿cómo decidimos qué es lo justo?, ¿cómo resolvemos nuestros desacuerdos? Ya sea en Derecho de Familia, Civil, Comercial, Laboral, Tributario o Procesal, esas preguntas constantes son lo que, en mi opinión, hacen al Derecho algo apasionante. Elegí la UM porque me pareció que la carrera estaba pensada de una forma moderna, interdisciplinaria y con un componente internacional muy presente.

Participaste en dos competencias de arbitraje, una regional de la que la UM fue sede y otra internacional en Viena el año pasado junto a otros alumnos de la UM. ¿De qué manera marcó ese certamen tu carrera y cómo influye en tu actual trabajo?

Las competencias fueron decisivas, en primer lugar, como puerta de entrada a un mundo que yo no sabía que existía, un campo del Derecho diverso, internacional y en pleno desarrollo. Además, me aportaron mucho desde un punto de vista técnico: acá las carreras en Derecho tienen como parte integrante un par de años finales de especialización, y en general quienes van a hacer una carrera en arbitraje se especializan desde ese momento. En mi caso, aun sin haber hecho ninguna especialización, lo que aprendí por haber participado en las competencias —y por la preparación que implican— me permite manejarme con facilidad con los diferentes temas que van surgiendo en la práctica. A pesar de no haber trabajado antes en arbitraje, los temas me parecen familiares por la experiencia de las competencias.

A veces existe la idea de que el Derecho es algo muy propio de cada país y es difícil pensar en una experiencia internacional. Sin embargo, el arbitraje internacional abre las puertas al mundo. ¿Qué opinás sobre esto?

Sí, estoy de acuerdo que el arbitraje internacional es una forma de poder salir al mundo para ejercer Derecho en un ambiente internacional. De hecho, mis compañeros de trabajo hoy vienen de todas partes de mundo: Egipto, Brasil, Pakistán, Francia y el Líbano, por nombrar algunos. Obviamente, es importante tener una buena formación de Derecho local, el que sea, para “aprender a pensar”, identificar problemas y sus posibles soluciones desde un punto de vista jurídico, pero con esas herramientas se puede trabajar en casos que no tengan nada que ver con el Derecho de formación. Claro que no es el único camino: también hay abogados uruguayos trabajando a nivel internacional en el mundo corporativo, o en organismos internacionales, pero sin duda el arbitraje es un campo que cada vez capta más profesionales.

¿En qué consiste tu trabajo en este momento?

Mi trabajo en este momento consiste principalmente en investigar temas jurídicos y fácticos relacionados a arbitrajes concretos, en el campo de las energías renovables y del petróleo y gas. Siento que la formación de la UM me dio las herramientas necesarias; como decía antes, lo importante es aprender a pensar jurídicamente, y eso es algo que en la carrera en la UM está muy presente. Nos enseñaron a pensar críticamente y de forma autónoma, a buscar soluciones a problemas prácticos, a mirar el Derecho comparado y las nuevas tendencias que existen a nivel mundial. Y, además, a trabajar con cariño por lo que hacemos y buscar siempre la excelencia.

Los estudiantes de Derecho hacen prácticas en el centro Cadi de Casavalle, ¿cómo fue esa experiencia? ¿Influyó en tu visión de la profesión como abogada?

Sí, totalmente. Lo que me atrajo inicialmente del Derecho es su función de resolver problemas que afectan a la sociedad, y en CADI eso se ve de una forma muy directa. Después de casi cinco años de estudiar el Derecho encerrados en una clase, en un mundo teórico de respuestas fáciles, enfrentarse con situaciones en las que la forma en que ejercemos el Derecho puede hacer una diferencia real e inmediata en la vida de una persona nos abrió los ojos a la responsabilidad que tenemos como abogados.

Me acuerdo un momento que me marcó mucho: con dos amigas nos tocó asistir en un juicio civil por un accidente de tránsito en el que el marido de la consultante había fallecido. Era una situación muy fea por las circunstancias en las que se había dado el accidente y cómo había impactado en la familia de la consultante, y estábamos muy involucradas con el caso. Recuerdo acompañarla a buscar la sentencia al Palacio, los nervios suyos y nuestros, y el momento de leer la sentencia y decirle que habíamos ganado el juicio. Luego le explicamos que iba a ser difícil poder cobrar la condena, y me acuerdo que ella nos contestó que no le importaba, porque lo único que quería, y lo que la hacía feliz, era que el juez le creyera y que hubiera hecho lo que era justo.