Trabajo con privadas de libertad
En 2019, la Universidad de Montevideo (UM) decidió embarcarse, junto a la asociación Jóvenes Fuertes (JF), en una iniciativa vinculada al Sistema Carcelario Nacional. El proyecto “Kintsugi: Cicatrices de oro”, que toma su nombre del concepto del arte japonés de sellado de oro, finalizó el ciclo de diagnóstico y se encuentra en la etapa de diseño de iniciativas y búsqueda de fondos, para implementar mejoras de la Unidad 5 de Colón (cárcel de mujeres) desde varios puntos de vista.
Los inicios y los aliados
Hace algún tiempo, la asociación Jóvenes Fuertes decidió explorar la posibilidad de dictar talleres de psicología positiva a las mujeres privadas de libertad de la Unidad 5 de Colón. Al tomar conocimiento del trabajo de voluntarias en dicho centro, de la iniciativa de JF y de otras similares a nivel regional, la UM se acercó a JF para crear un proyecto conjunto que apoye la mejora de la Unidad 5 y la calidad de vida de las reclusas. El primer paso fue el diálogo y la firma de acuerdos con el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR).
Es así que nace “Kintsugi - Cicatrices de oro”. Se trata de una propuesta que busca bajar el índice de reincidencia de las mujeres privadas de libertad en Uruguay y que se enfoca en generar un impacto positivo en su entorno familiar, así como en su comunidad más cercana.
El proyecto tiene como objetivo desarrollar actividades concretas en la Unidad 5 de Colón, conseguir los recursos y medios para la consecución del plan, así como procurar la colaboración de diferentes actores de la sociedad: entes estatales, instituciones públicas y privadas, autoridades, las personas privadas de libertad, sus familias, universidades, fundaciones, empresas, medios de comunicación y la sociedad en general. La gestación de esta propuesta tuvo como inspiración un proyecto en cárceles de mujeres que se originó en el Banco de Desarrollo de América Latina de Colombia (CAF), a través de su Unidad de Innovación Social, y en la Fundación Acción Interna -también de Colombia- que ha tenido un fuerte y positivo impacto en la comunidad carcelaria.
Un proyecto interinstitucional
Con el objetivo de detectar oportunidades de trabajo conjunto, previo a firmar el acuerdo con el INR, la UM se reunió con autoridades del gobierno para generar sinergia en la construcción del proyecto. Representantes de la Universidad visitaron las unidades carcelarias 1, 5 y 6, y mantuvieron reuniones con autoridades y representantes del INR, de su Centro de Formación Penitenciario, directivos de la Unidad 5 y de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado. Además, previo a comenzar el diseño del proyecto, Jóvenes Fuertes y la UM contaron con los testimonios de Ana Botero y Karla Guerrero de CAF Colombia, para conocer de primera mano sus experiencias de trabajo con la Unidad de Innovación Social en las cárceles de ese país.
Foco en la raíz del problema y en el rol de la mujer
“Pensamos en un proyecto con mujeres porque la mujer tiene un rol muy importante en la familia; en general, es quien provee contención al grupo. Por lo tanto, una mejora en las oportunidades de trabajo para mujeres que salen del sistema, puede tener un gran impacto a nivel social”, destaca Josefina Maisonnave, directora de Initium (el centro de liderazgo, emprendimiento e innovación de la UM), que lidera el proyecto dentro de la Universidad.
“El proyecto surgió con la idea de enseñar a emprender a las mujeres privadas de libertad luego de salir de la situación de cárcel. Sin embargo, cuando empezamos la etapa de diagnóstico, nos dimos cuenta de que había muchas otras necesidades en estas mujeres, antes de que pudieran aprender a liderar un proyecto como el que pensábamos”, explica Maisonnave.
Con este cambio de perspectiva, el plan de trabajo comenzó a considerar ideas para la mejora general de gestión de la Unidad, mejora del plan de alimentación, de los planes de adicción y rehabilitación de drogas, de la atención médica y el desarrollo de -al menos- tres negocios inclusivos que funcionen dentro de la Unidad 5. Este último punto considera incluir una capacitación acorde para generar oportunidades de vida al salir de la cárcel. El diagnóstico también propone la creación y articulación de una red de instituciones que vincule a todas las organizaciones públicas y privadas que colaboran con la Unidad 5.
Autoestima, dignidad y el sentimiento de abandono
Según cifras del INR, en Uruguay existen 13.000 privados de libertad, de los cuales 543 son mujeres. Trescientas ochenta de estas mujeres se encuentran en la Unidad 5 de Colón (Montevideo). El 26% de ellas llegan allí asociadas al comercio de estupefacientes y, un gran número de esta población, no tenía trabajo antes de ingresar a la cárcel. En la mayoría de los casos, fueron cómplices de delitos protagonizados por sus parejas.
En las primeras entrevistas de campo del proyecto, se llegó a la conclusión de que la mayoría de las mujeres privadas de libertad no tiene asumido un hábito de trabajo y, además, tiene problemas de autoestima y dignidad. Se sienten abandonadas por la familia y sociedad, pero están abiertas al diálogo con respeto, según destacó Maisonnave. Cabe destacar que la Unidad 5 no aloja a madres con hijos. En Montevideo, solo la Unidad 9 está destinada para mujeres que viven con sus hijos y las aloja a partir del quinto mes de embarazo.
Etapa actual del proyecto
Durante el 2019, con el objetivo de obtener información, conocer la realidad y armar un diagnóstico de la situación, se realizaron diferentes visitas a la Unidad 5. En el marco de la materia de Creatividad e Innovación de la UM, junto a personal de la Asociación Jóvenes Fuertes, se realizaron sesenta entrevistas a mujeres privadas de libertad, diez entrevistas a operadores, once talleres sobre el sentido y propósito para las mujeres privadas de libertad, tres talleres sobre cuidar al que cuida (para operarios) y se generaron doce ideas y soluciones testeadas usando la metodología de Design Thinking.
Luego de finalizada la etapa de diagnóstico y diseño, en 2020 el equipo coordinador de “Kintsugi - Cicatrices de oro” se focalizará en la búsqueda de fondos, nacionales e internacionales, para comenzar a articular las siguientes etapas del proyecto: la creación del equipo ejecutivo y contrataciones, la implementación, medición, seguimiento y control.
Para asegurar su sustentabilidad, una de las prerrogativas del proyecto es que cada organización que se involucre con el mismo, debe contratar al menos una persona liberada para demostrar un serio compromiso. “Esta determinación tiene el cometido de generar conciencia de que la solución viene desde la sociedad misma, convirtiendo en verdaderos transformadores sociales a los ciudadanos y organizaciones que participen”, comentó Maisonnave.