Big data para el transporte público

Joaquín Pena estudió Ingeniería Industrial en la UM. Hoy trabaja en la start-up Swiftly, que opera en más de 80 ciudades para que el ómnibus o el metro lleguen a la hora que el pasajero lo espera
Joaquín Pena junto a tres personas delante de unos ómnibus en Omán.

Poco después de graduarse como ingeniero industrial, Joaquín Pena se mudó a Europa para trabajar como consultor de negocio en una empresa española en la que lideró el desarrollo técnico de proyectos internacionales de optimización de transporte público de países como Omán, Arabia Saudita y Filipinas. Una de las personas del sector lo recomendó a un directivo de Swiftly, una start-up que provee información sobre el transporte público a través de big data, y comenzó a trabajar en febrero de este año. Su rol consiste en expandir el negocio fuera de EEUU, principalmente en Europa.

Volviendo un par de años para atrás, mientras cursaba la carrera, Adecco Uruguay lo eligió para ser su CEO durante un mes a través de un concurso. Además, estuvo a cargo del discurso de su generación durante las graduaciones de 2018. En la siguiente entrevista, el graduado de Facultad de Ingeniería de la UM (FIUM) habla sobre su trabajo, su formación universitaria y el desafío de sacar adelante una empresa vinculada al transporte público en un año de confinamientos.

¿A qué se dedica Swiftly y cuál es tu rol en la empresa?

Swiftly es la primera plataforma de big data para el transporte público. Proveemos un software que permite a las ciudades y municipalidades asegurar que el ómnibus o el metro llegue a la parada a la hora que el pasajero lo espera y todo esto de una manera eficiente en términos de costes operativos. Somos una start-up localizada en pleno centro de San Francisco, pero contamos con clientes internacionales. Mi rol es expandir el negocio de Swiftly fuera de los Estados Unidos, principalmente en Europa, a través de crecimiento orgánico o de colaboraciones con otros proveedores de la industria.

¿Cómo surgió la iniciativa de trabajar ahí?

El mundo del transporte público es casi tan relacional como Uruguay en sí. Me mudé a Europa en 2018 para trabajar como consultor de negocio en una empresa española donde lideré la parte técnica de proyectos internacionales de optimización de transporte público. Entre ellos, la flota de ómnibus en Omán y Riyadh (Arabia Saudita) y el metro de Manila en Filipinas. Luego de año y medio, pasé a tener un rol comercial como gestor de Cuentas en Asia y Medio Oriente. A finales del año pasado, una persona del sector me recomendó al vicepresidente de Growth de Swiftly. Estaban muy interesados en mi perfil mixto de comercial técnico y mi conocimiento y contactos en el sector.

Empezaste a trabajar en febrero de este año. ¿Cómo fue el comienzo con la irrupción de la pandemia?

Insólito. Comencé con una semana de capacitación en San Francisco, volví a España, donde tenía una semana más de capacitación con mi compañera de trabajo en Madrid, y a partir de ahí fue todo virtual debido a la pandemia. Fue un comienzo con muchísima incertidumbre, tanto para la empresa como personalmente. Una nueva contratación comercial en un contexto muy adverso no es la mejor manera de empezar.

¿Cómo siguió el proceso? ¿Qué desafíos y oportunidades implicó la emergencia sanitaria?

El sector del transporte público se vio muy afectado: pocos pasajeros, poca recaudación, poco presupuesto para nuestros clientes. Sufrimos una etapa de incertidumbre de mes y medio, pero nuestro equipo de producto logró escuchar las demandas inminentes de mercado y rápidamente nos posicionamos como partner clave para las municipalidades y operadores de transporte a la hora de reducir costes operativos, entender qué sucedía en las calles en tiempo real y obtener nuevas tendencias históricas que permitían dar un servicio más fiable a los pasajeros. Logramos ser el proveedor que ayudaba a recuperar paulatinamente la confianza de los pasajeros. En plena pandemia, hemos tenido desde un punto de vista comercial los trimestres más importantes de nuestra historia y eso incluso nos ha posicionado entre las 500 empresas con crecimiento más rápido de los Estados Unidos. Comienzo incierto, desarrollo feliz. Igual creo que el impacto más grande se notará el año que viene.

¿Te parece que la formación de la UM te dio las herramientas necesarias para tu desarrollo profesional? ¿En qué sentido?

100%. Lo que más destaco de la UM es cómo inculcan de manera consciente el balance entre los tres pilares que considero más importantes para el éxito profesional: la actitud, la capacidad y el don de gentes. Tener una educación integral es mucho más importante que el contenido en sí de los cursos. Hoy en día, si nos abstraemos de los campos de aplicación o profesiones, el mundo del trabajo requiere personas con capacidad de adaptación, de aprender continuamente y de ayudar/liderar a otros a hacer lo mismo. Yo no estudié ingeniería industrial en la UM; aprendí a resolver problemas conjuntamente con otros y a poder comunicar y defender las soluciones que consideraba mejores. En eso está la diferencia. Podría tratarse de un problema de termodinámica, como de un problema de desarrollo de negocio o de cómo hacer que los metros lleguen en hora. 

¿Cuáles son tus planes a futuro?

¡Profesionalmente, es muy difícil saberlo! Si hace dos años me preguntaban si me veía trabajando en España para una start-up americana como desarrollador de negocio en Europa, Asia y Medio Oriente, me hubiese reído. Creo que hoy en día se valora más el talento que el rol y eso permite una versatilidad muy grande. Hay que saber alternar constantemente sobre lo que uno hace y estar dispuesto a explorar nuevas facetas profesionales. Esto al final es lo que hace que desarrollemos perfiles interdisciplinarios, que son los más necesarios y los que pueden llegar a conducir a oportunidades inesperadas.