Despedida de docente FIUM
“Estábamos hablando sobre la instancia del examen, clásica inquietud de los muchachos a esta altura del año: ‘¿qué me vas a preguntar, profe?’ y, de pronto, empezó a entrar gente al salón. Yo dije: ¿y esto qué es?”. El docente de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Montevideo (FIUM), Miguel Baldriz, dictó su última clase el jueves 18 de noviembre. Para conmemorar la ocasión, familiares, profesores y graduados de la FIUM lo sorprendieron con un brindis en honor a la entrega y el compromiso que tuvo a lo largo de toda su carrera.
Baldriz ingresó a la UM en 2005 como profesor de la asignatura Transferencia de calor luego de que el Ing. Manuel Vega lo convocara. “Me acuerdo que me llamó un día, no sé cómo dio conmigo, nunca le pregunté al final. Mirá cómo son las cosas. Me ofreció dar el curso de Transferencia de calor durante un semestre porque se habían quedado sin profesor. Me interesó el proyecto de la UM, así que acepté y nunca más me fui”.
Tras diecisiete años de trabajo en la UM y veinte en la UdelaR, decidió dejar de lado la enseñanza para enfocarse en proyectos de Ingeniería Industrial, que lleva desarrollando desde hace tiempo, y en la Física Cuántica, un área que siempre le intrigó. Contó que, recientemente, asistió al seminario Ciencia y Religión, a cargo del decano de la Facultad de Humanidades y Educación (FHUMyE), Francisco O’Reilly, en donde relacionaba la Mecánica Cuántica con la fe. “Parecen dos cosas que no tienen nada que ver, pero estuvo interesante y me picó el bichito de la curiosidad con el tema. Ya junté unos cuantos libros para leer, así que cuando termine el verano voy a meterme de lleno, comprar una cuadernola y sacar apuntes, como los chiquilines”, expresó.
Sobre cómo ve Baldriz a la FIUM a futuro, sostuvo: “Ahora vamos a tener sede nueva; ‘vamos’ digo yo y ya me fui, pero bueno. Hay un montón de profes jóvenes con ideas frescas que seguro van a encargarse de hacer evolucionar la Facultad. Muchos fueron alumnos míos. Ahí me doy cuenta de que ya estoy viejo y es momento de retirarme”, comentó entre risas.
De su paso por la UM se lleva muchos recuerdos emotivos, entre ellos, el reconocimiento de los estudiantes que atravesaron su carrera. “No hubo dos cursos iguales, de cada uno aprendí un modelo de caldera nueva, como digo yo. He tenido de las malas, pocas, y de las buenas, muchas. Pero lo que más me gusta de la Universidad de Montevideo es que te hacen sentir que no sos uno más. He tenido cientos de alumnos, a veces los encuentro en conferencias y todavía se acuerdan de mí, capaz porque perdieron el examen, pero se acuerdan, y decís ‘pucha, qué orgullo, yo ayudé a que llegara hasta ahí’. Me hicieron lagrimear, de verdad que no me esperaba esa despedida, estuvo todo muy lindo, me voy contento”.
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